domingo, 23 de octubre de 2011

16. "Te besó."

Sin saber qué hacer colgué y antes de que pudiera siquiera pestañear una lágrima resbaló por mi mejilla.

Había una mujer con Michael. Una mujer que le había preguntado sobre un baño con burbujas… Podía ser perfectamente una de las asistentas pero Michael era un hombre muy guapo, ¿por qué iba a conformarse conmigo pudiendo tener a la mujer más hermosa del mundo?

Aquella noche no volví a pegar ojo y cuando la enfermera de la mañana me ofreció el desayuno me negué a tomar un solo bocado. No tenía fuerza ni para estar sentada, así que pasé horas y horas acostada en la cama, dándole la espalda a la puerta.

Michael llegó a las diez de la mañana, pero la verdad es que no sé si me alegró que cumpliera su promesa de visitarme. En cuanto oí que su voz pronunciando mi nombre al entrar cerré los ojos e hice que dormía. Se sentó en una silla a mi lado y me miró durante unos minutos que se me hicieron eternos. De vez en cuando oía algún que otro suspiro o cómo crujía la silla en la que se encontraba pero no me moví en ningún momento.

Sonó su teléfono y rápidamente se levantó para contestar.

-Tatiana, ¿qué quieres? Sí, estoy en el hospital. Ya te lo dije anoche: No sé cuándo podré irme. Sheila está dormida así que no sé si esperar a que se despierte… Me imagino que no puede tardar mucho. –Decía mientras caminaba de un lado para otro de la habitación. -Sí, ya sé que esta tarde querías que fuéramos a casa de mi madre. No te preocupes por eso. Vale. Tatiana creo que te he dejado las cosas muy claras. Sí. Vale, adiós, nos vemos más tarde. –Se despidió.

No sabía si podría disimular de manera que no notara que estaba a punto de llorar, así que decidí no arriesgarme y cuando Michael se dio la vuelta yo ya estaba sentada con los ojos enrojecidos y los brazos caídos con desgana.

-Puedes irte con tu amiga, no te preocupes. Seguro que te preparará un baño con burbujas excelente, como anoche. –Esto último lo dije en tono despectivo, como un hachazo.

-Pequeña, ¿estás bien? –Preguntó acercándose a mí para cogerme la mano, pero yo la aparté antes de que le diera tiempo.

-Encima tienes la cara de preguntarme si estoy bien… -Las lágrimas salieron a borbotones sin poder evitarlo.

-No pensarás que ella y yo…

-¿Que ella y tú qué? Joder, Michael, es tan obvio. Seguro que es una mujer hermosa. Ya sé, lo que pasa es que has encontrado a alguien mejor y como estoy en el hospital te da penita decírmelo, ¿verdad? –Le reprochaba casi gritando.

-Eh, eh, eh. Para. –Cogió mi cara entre sus manos. –No hay nadie mejor que tú, ¿me oyes? Jamás encontraré a una mujer que consiga hacerme sentir como tú lo haces. Princesa, no puedo vivir sin ti y no hay nadie más hermoso que tú. Me llenas, consigues que me olvide de todas mis penas con tan sólo una sonrisa. Te amo, ¿me entiendes? Te amo y lo sabes… Y después de todo eso, ¿pretendes que encuentre a alguien más maravilloso que tú? No creo que haya una persona que sepa mejor que yo lo que es amarte y por eso no te remplazaría jamás. Y menos por la primera que pase por delante.

Entonces le besé y las lágrimas de mis mejillas soldaron nuestros labios.

-¿Quién es Tatiana? –Pregunté con un nudo en la garganta una vez nos separamos.

-La actriz del video de The way you make me feel… -Explicó con dificultad. –pero te juro que no hay nada entre nosotros.

-¿Y qué hacía ayer en tu casa? ¿Por qué te ha llamado? Y, ¿cómo es que va a conocer a tu madre antes que yo?

-Tú ya conoces a mi madre. Sabes que cuando eras enana te adoraba… Ella era la única que no quería que nos separaran. Se acuerda mucho de ti, por cierto. –Hizo una pausa esperando que dijera algo. –Ayer apareció sin decir nada en mi casa y quiso prepararme un baño. Pero te prometo que no me metí, era muy tarde y no me apetecía… Y hoy me ha llamado porque es muy pesada. No sé cómo sacármela de encima, hace años que grabamos ese vídeo y está empeñada en mantener el contacto conmigo. Supongo que pasar el tiempo que duró el Bad Tour juntos hizo que me cogiera cariño.

-Te besó.

-¿Qué? –Se sobresaltó.

-Lo recuerdo. Te besó en un concierto. ¿Acaso eso no significa nada?

-Apenas fue un leve contacto… Y fue cosa suya, lo planeó sin consultar a nadie. En el backstage se llevó una bronca por parte de varias personas.

-Osea, que está enamorada de ti. –Aclaré.

-Bueno, tanto como enamorada no sé… Pero dejemos de hablar de ella, no merece la pena. ¿Qué tal has dormido?

-No he dormido. ¿Tú te crees que después de…

Fui interrumpida por su teléfono, que volvía a sonar.

sábado, 15 de octubre de 2011

15. "Quiero irme a Neverland."

-¿Qué ha pasado? –Pregunté a Michael al cabo de un rato.

-Te has caído por una ladera.

-Eso ya lo sé. ¿Qué ha pasado después?

-Me sentía fatal por el hecho de que no me creyeras y después me di cuenta de que te había dejado sola… Quiero decir, tu padre tiene razón. Estás aquí por mi culpa, debí haberme tomado mejor que no me creyeras… -Declaró con tristeza en su voz.

-¿Qué? ¿Estabas despierto?

-Ajá, sólo fingía.

No pregunté por qué, era obvio que no quería que mi padre le diera de hostias. Porque eso era lo que haría si le viera despierto.

-Michael, siento no haberte creído. Estaba nerviosa y tenía miedo… Son muchos recuerdos, no sé.

-Yo sí que lo sé. ¿Recuerdas cómo corríamos por el patio de mi casa? ¿Y cuando nos escondíamos de los mayores para que no me llevaran a ensayar? –Dijo gesticulando y sentándose en el borde de la cama mientras dibujaba una sonrisa en su rostro.

-¡Claro que lo recuerdo! Eras muy bueno escondiéndote. –Recordé con nostalgia.

Estuvimos un rato rememorando tiempos mejores. Nos lo pasamos genial y quería que fuera así durante mucho tiempo. Quería que nos lo pasáramos bien juntos por muchos años.

-Michael, quiero irme contigo y que vivamos juntos en Neverland.

-No. –Contestó serio.

-¿Qué?

-Aún no. Tienes que quedarte un tiempo en el hospital descansando y luego ya veremos… Nadie quiere más que yo que te vengas a Neverland. Ahora duerme, yo tengo que salir a hacer unas cosas…

Y mientras él cantaba The lady in my life casi en un susurro, yo iba cayendo en las garras del sueño poco a poco.

And I will keep you warm

Through the shadows of the night.

Let me touch you with my love,

I can make it feel so right.

And baby through the years,

Even when we're old and gray,

I will love you more each day.

Cause you will always be the lady in my life.

Me dormí con esa preciosa estrofa en la cabeza y disfruté de horas de serenidad, hasta que la enfermera irrumpió en mi habitación y en mi cabeza para despertarme y pedirme que cenara algo.

-¿Dónde está Michael? –Pregunté con la boca llena.

-Me ha dicho que vendría mañana, que no podía quedarse por la noche. Por cierto, ¿qué tal os va? ¿Y para cuando los niños? –Preguntó con una amplia sonrisa. –A Michael le encantan los niños.

-¿Qué? –Estaba desconcertada.

-Hacéis una pareja muy bonita.

-Pero nosotros no…

-Tranquila, no tienes que fingir delante de mí. –Y sin darme tiempo a decir algo salió de la habitación con los platos de comida vacíos.

Aquel momento me hizo pensar en cómo se podría definir la relación que existía entre Michael y yo. No habíamos acordado en ningún momento que fuéramos una pareja, pero nos habíamos besado y nos queríamos. Íbamos a vivir juntos (o eso pretendía yo) pero no habíamos hablado de tener hijos ni de casarnos. Ni siquiera sabía si dormiríamos en la misma cama o si, por el contrario, cada uno tendría su habitación.

Me fui por las ramas y empecé a quedarme dormida de nuevo, así que pensé que podría hablar todo aquello con Michael a la mañana siguiente, cuando volviera.

Una horrible pesadilla en la que me encontraba encerrada en una diminuta habitación por toda la eternidad me despertó con un grito que, gracias a dios, nadie oyó. Miré el despertador que había en la mesilla de noche y a duras penas, gracias a la luz que se colaba por la ventana, pude ver que eran las tres de la mañana. En mi móvil habían tres llamadas perdidas de Michael hacía una hora así que aunque era tarde decidí llamarle alertada por lo tarde que era.

-¿Si? –Oí que contestaba después del cuarto pitido.

-Michael, ¿estás bien?

-Sheila, es tarde. Sí, estoy bien. ¿Qué pasa? –No parecía que estuviera durmiendo, es más, le notaba muy despierto.

-Tengo tres llamadas perdidas tuyas de hace una hora.

-Pues yo no te he llamado… -Se quedó un momento pensativo. –Habrá sido Bubbles, ya sabes que le encanta jugar con mi teléfono. Duerme anda, que iré a verte por la mañana.

-Michael, ¿quieres que le ponga burbujas a la bañera? –Oí que decía una risueña voz femenina por detrás.

Y me quedé paralizada.

domingo, 18 de septiembre de 2011

14. "¡Ni Sheila ni leches!"

Abrí los ojos y un fondo blanco apareció ante mí. Era el techo de la habitación del hospital en el que me habían ingresado.

-Cariño… -Oí decir a mi madre antes de desmoronarse y empezar a llorar.

Miré a los pies de la cama y vi a mis padres casi abrazados consolándose el uno al otro. Y más atrás, en el fondo, Michael dormía en un sofá.

-¿Papá? ¿Mamá?

-¡Hija mía! –Exclamó mi madre y se abalanzó para abrazarme.

Mi padre se acercó lentamente y me besó en la frente.

-Hace dos años que no sé nada de ti. ¿Por qué no me has llamado siquiera? –Oí que decía por encima de los sollozos de mi madre.

-Lo siento, estaba demasiado ocupada en recuperar mi vida. Podías haber llamado tú, ¿no? Pero supongo que mamá te habrá contado todo con lujo de detalles en qué se han basado estos dos últimos años en los que ni te has preocupado por mí, así que tanto como no saber nada de mí tampoco… -Le dije con rencor.

Vale, era mi padre. Y si, hacía dos años que no le veía. Pero me daba igual, él se había enfadado cuando decidí no acatar sus órdenes y tomar mi propia decisión, no había aprobado que me fuera con Michael, la persona a la que ahora amo, y su orgullo le impidió llamarme siquiera una vez para saber si mi depresión iba en aumento, si necesitaba que me trajera algo del supermercado o si me apetecía salir a tomar el aire. Él había renegado de mí ahora el rencor me hacía renegar de él.

-Sheila, cariño, podemos irnos. Quiero decir, la enfermera me ha dicho que sería conveniente que te quedaras un par de días más pero que si corre prisa podías irte ya. Nos vamos sin despertar a Michael y desaparecemos. Al fin y al cabo esto ha sido por su culpa…

¿Qué coño estaba diciendo?

-Papá, sal de esta habitación antes de que me hagas gritarte y despierte al ángel que descansa en el sofá. El que me ha sacado de la ladera y ha llamado a una ambulancia. –Esto último no lo sabía a ciencia cierta pero, ¿quién más podía haber sido?

-Pero Sheila…

-¡Ni Sheila ni leches! –Grité. – ¿Eres imbécil o qué te pasa? ¿Te crees que puedes olvidarte de mí cuando lo estoy pasando mal y un día aparecer por las buenas y decirme “yo te quiero mucho, ven conmigo”? Pues no, señor. Me pienso quedar aquí, vosotros os largaréis y cuando Michael se despierte pensaremos lo que vamos a hacer. Él y yo. ¿Y sabes por qué? Porque le quiero.

A estas alturas ya estaba sentada y con el corazón en la boca. Mi madre se había sentado en una silla y escuchaba en silencio. A papá le dio otro ataque de orgullo y salió por la puerta gritando:

-¡Pues si es lo que quieres allá tú!

-Sí, es lo que quiero. –Susurré.

-Muy bien, hija. Estoy orgullosa de ti. Nunca dejes que tu padre ni nadie te pise, porque eso te hace pequeña y tú eres muy grande. –Me besó en la mejilla y se levantó.

-Adiós, mamá. Te quiero. –Dije mientras se daba la vuelta.

-Yo también. –Oí que decía antes de cerrar la puerta. Y me quedé mirando en esa dirección, pensando en si me habría pasado con mi padre o si, por el contrario, se lo merecía.

-Tranquila, has estado genial. No te has pasado para nada. –Oí una voz a mi lado.

Miré a la derecha de la cama y vi a un Michael tan sonriente que parecía haberle tocado la lotería.

martes, 13 de septiembre de 2011

13. "No puedo decir adiós."

-¿Recuerdas esa expresión que te gusta tanto? La de que te sientes como una extraña en Moscú. –Preguntó Michael sin moverse.

-Claro, sabes que me encanta esa expresión. Me recuerda a un viejo amigo… Uno de la infancia.

-Ya, lo sé.

-¿Te acuerdas de la primera vez que te la dije? –Le interrumpí sonriendo levemente, sin llegar a reír ya que había sido en el hospital y bueno, aunque ya no sufriera por su pérdida seguía recordando a Mark. –Te quedaste helado. Creí que no me habías entendido.

-Ajá… De eso era de lo que quería hablar. ¿Recuerdas ese amigo tuyo que lo decía? Del que te alejaron porque era una mala influencia para ti…

¿Le había contado yo eso? No lo recordaba.

-Claro, estoy casi segura de que fue mi primer amor. Aunque sólo éramos unos enanos. –Reí y suspiré.

-Soy yo.

-¿Qué? No me tomes el pelo Michael, es imposible –Reí de nuevo. –Además, aquel niño se llamaba Joseph.

-Me llamo Michael Joseph Jackson. De pequeño mi padre tenía la manía de llamarme por mi segundo nombre.

No, espera. Tenía que pensarlo. Era imposible, joder….

-No te creo. –Dije con los ojos vidriosos al tiempo que me levantaba de la hierba.

-¿Qué? –Dijo incrédulo. A juzgar por la expresión de sus ojos esperaba que le creyera. -¿Por qué iba a mentirte en algo así? Sé lo importante que es para ti y te quiero. Me parece increíble que pienses que podría mentirte. –Estaba enfadado, casi tanto como cuando la prensa mentía sobre él.

Se levantó y se fue antes de que pudiera dar un paso. Me dejó sola en medio de la oscuridad y tuve que intentar buscar el camino de vuelta a la mansión de Michael… Pero no lo encontré. Caminé durante lo que calculo que sería una hora y me caí. Tropecé con algo y rodé por una ladera. También es mala suerte… Quedé inconsciente y no recuerdo nada más hasta que desperté en el hospital.

*Michael.

Estaba dolido. No me podía creer que Sheila pensara que todo aquello era mentira. ¿Es que no lo veía? Era tan obvio… Me fui y la dejé allí sola. No me di cuenta de que era estúpido dejarla en medio de la nada por noche. Por mucho que me hubieran ofendido sus dudas la seguía queriendo y podía pasarle cualquier cosa…

Después de hora y media reaccioné y decidí salir a buscarla.

-Harry, coge unas linternas. –Le dije a mi mayordomo. Aunque no me gusta llamarlo así…

Me recorrí todo el parque y los alrededores gritando su nombre a pleno pulmón. Incluso por un momento perdí la esperanza de encontrarla… Entonces la llamé al móvil. No lo cogía, estaba poniéndome nervioso.

-Señor, creo que deberíamos volver a casa. Se está…

-Shhhh. –Interrumpí a mi acompañante. -¿Has oído eso?

-¿Oír qué?

-Me ha parecido oír un teléfono.

Avancé unos pasos intentando reconocer de dónde venía el sonido, haciendo el menor ruido posible y llegué hasta una ladera, el final de mi terreno. Alumbré hacia abajo con la linterna y la vi. Su cuerpo estaba tendido en la tierra del suelo, s eme inundaron los ojos de lágrimas.

-¡Sheila, Sheila! –Grité mientras me tiraba por la ladera para caer a su lado y zarandearle. –Harry, llama a una ambulancia ahora mismo.

La cogí como si fuera un bebé, sólo que su rostro no mostraba la paz de un niño durmiendo… Más bien parecía tener pesadillas.

Esperé impaciente y con el corazón en un puño hasta que llegó la ambulancia y luego fui con ella hasta el hospital, agarrándole de la mano en todo momento.

jueves, 1 de septiembre de 2011

12. "Dulce despertar."

Un enorme parque de atracciones se extendía hasta donde podía ver. El tiovivo, la noria, una estatua de unos niños corriendo, y mil cosas más que jamás olvidaré. Michael me miraba, esperando que dijera algo.

-Yo…

Y sin dejarme tiempo a decir nada más empezó a correr arrastrándome de un brazo. En más de una ocasión tropezamos y estuvimos a punto de caer al suelo pero la agilidad de Michael nos salvó. Si, la de Michael, porque yo era bastante enérgica y esas cosas pero en aquel momento estaba embobada. Todo parecía un sueño. Pero no un sueño soso, sin sentimiento, sino uno de esos sueños rosa, ese color que tanto odiaba. Sueños como los que me hacía vivir y sentir Mark, como los que creí que jamás volvería a soñar.

Montamos en todo lo que pudimos. Si, montamos en todas las atracciones. Como si fuéramos dos niños cumpliendo un sueño infantil y divertido. Volví a mi infancia y soñé despierta con los ramos de flores que recogía para mi madre de pequeña, tan grandes y con un olor tan dulce… Me imaginé comiendo algodón de azúcar, cruzando una nube, sumergiéndome en el mar, acariciando a un animal peludo… A Sidor, besando a alguien, compartiendo secretos con una persona especial… Sé que todo esto suena muy cursi, es más: es muy cursi. Pero realmente todo aquello era como un sueño rosa y los sueños rosas son cursis por naturaleza.

-Sheila, ¿me estás escuchando? –Dijo Michael mientras caminábamos por la hierba, irrumpiendo en mi mente.

Ya había anochecido y el parque estaba iluminado por las luces de las farolas y de todas las atracciones.

-¿Hm? No, lo siento. –Sonreí. –Repite, por favor.

-No, da igual. –Dijo triste.

-Repítelo o morirás a base de cosquillas –Dije acercándome a él con las manos como garras. Sabía que aquello le haría reír.

-A, ¿sí? –Me retó.

Entonces me abalancé sobre él y los dos caímos al suelo. La hierba estaba fresca y el silencio de la noche sólo era interrumpido por los gritos de socorro de Michael, ya que nos habíamos alejado lo suficiente del parque como para no oír el sonido mecánico que desprendía.

-Para, por favor. Para ya. –Gritaba Michael entre carcajadas descontroladas.

Paré y me tendí en la hierba para respirar un poco.

-Bueno, ¿me vas a decir lo que era o no?

-Se me ha olvidado –Admitió con una gran sonrisa en el rostro.

Y le creí porque no tenía motivo para mentirme, sé que a él le daba igual tener que repetirlo.

Giró sobre sí mismo y quedó acostado de lado. Yo hice lo mismo y quedamos frente a frente.

-¿Sabes que tienes unos ojos preciosos?

-Bueno, algo he oído… -Bromeé.

-No, en serio. Me encantan. –Y se acercó un poco más a mí. Si fuera cualquier otra persona habría hecho algo, pero Michael desprendía una magia imposible de controlar.

No me importaba que se pegara a mí, incluso me daría igual que me besara. Porque en el fondo lo deseaba.

-¿Y qué más te parece precioso de mí? Si es que hay algo más… -Dije muy suave.

-Pues tus labios son como la primavera, de una irresistible belleza. Y tu sonrisa hace que sonría. Me dan ganas de acariciarte sólo con verte y de saber cuál es la textura de tu pelo. –Era una declaración de amor, hablaba en serio.

-Pues hazlo, acaríciame. –Me escuché decir.

Entonces sentí cómo la cálida mano de Michael se posaba sobre mi mejilla y descendía hasta mi cuello, agarrándolo con una suavidad increíble. Me sorprendí a mí misma acercándome hasta sus labios para fundirnos en el beso más tierno que jamás pude sentir. Nuestro primer beso. Luego vino el segundo, más apasionado. En este dejamos que nuestras lenguas fueran por libres y jugaran la una con la otra.

Nos separamos un poco y me di cuenta de que Michael tenía su mano en mi cintura.

-Oye, pequeña. Quería hablar contigo. –Dijo solemne.

martes, 30 de agosto de 2011

11. "Buenos días, mundo."

Abrí los ojos y miré el despertador. Todavía faltaba una hora para que sonase pero me levanté, impaciente porque empezara aquel día.

Cogí un pantalón y una camiseta negros y me metí en el baño. Después de ducharme y vestirme salí al salón y miré por la ventana cómo nevaba. Era diciembre de 1989 y hacía u7n día precioso, la nieve lo cubría todo y los pájaros parecían cantar alegres. Un rayo de sol se colaba por entre dos nubes que estaban muy juntas: rozándose, queriéndose.

Hacía un mes que había empezado mi “rehabilitación” junto a Michael y la verdad es que me iba realmente bien. Michael era un gran pensador y conseguía que siempre entrara en razón y lo viera todo de otra manera, por muy tozuda que me pusiera. Mi carácter se había estropeado cuando pasó lo que pasó, se había cerrado. Michael había conseguido que fuera más dulce, no más inocente, pero sí que me abriera y no fuera tan desconfiada. Sin embargo no creo que pudiera cambiar mi forma de vestir, ya que me había acostumbrado al negro, y aunque a él no le gustara ahora ese era mi color. Lo que me había costado mucho era aprender a hablar, por llamarlo de alguna manera. Aprender a dar opiniones y expresar lo que siento y deseo. Después de haber pasado tanto tiempo sin hablar sobre mí misma era complicado hacerlo de un día para otro.

Ese día estaba contenta porque Michael me iba a llevar por primera vez a su casa: Neverland.

Admito de Michael me cautivaba al hablar así que la curiosidad me llevó a comprarme uno de sus CD’s, Thriller. Y me convertí en una adicta a ese néctar tan dulce que era su voz. No me parecía humano, realmente era como un ángel.

Me recogió en la puerta de mi casa y cuando nos bajamos del coche preguntó:

-¡Tachán! ¿Qué te parece?

-Oh, Michael. Esta portada es preciosa. –Bromee haciéndole ver que era absurdo preguntarme qué me parecía si ni siquiera había abierto la entrada.

-Idiota. –susurró sonriendo.

Entonces abrió la verja y, aunque sólo pude ver el jardín delantero, me quedé boquiabierta. Aquello era precioso, indescriptible. El lugar estaba inundado de pura inocencia.

-Ven. –Me arrastró por el brazo y llegamos a la puerta de la casa, pasando por entre el reloj gigante hecho con setos del patio. Tocó el timbre.

-Michael, esto es…

-Shhh –Me interrumpió- No digas nada.

Un mayordomo abrió y Michael me llevó corriendo al piso superior y entramos en una habitación que había sido preparada para la ocasión.

Había un montón de camas, todas pegadas entre sí. No cabría ni una más. Michael entró y empezó a saltar con mucha energía sobre las camas.

-He pensado que como bienvenida no estaría mal algo divertido. –Explicó.- ¿Te apetece una guerra de almohadas?

-Te advierto de que a guerra de almohadas no me gana ni Dios –Le dije antes de subirme a una cama y empezar a golpearle con un cojín.

Después de pegarle una verdadera paliza nos dejamos caer y descansamos hasta que nuestro pulso volvió a ser normal.

-Tenías razón. Nunca pensé que encontraría a alguien mejor que yo en esto. –Admitió riendo.

Me enseñó toda la casa. Y le llevó su tiempo porque aquel sitio era de todo menos pequeño. Me parecía fascinante, cualquier niño querría vivir allí y daría lo que fuera por hacerlo. No me voy a molestar en describirlo porque seguramente mucho de vosotros ya sabéis cómo es y me resultaría muy difícil. Sólo diré que a mí, que estuve allí, me producía una paz interior y un placer dulce que no he vuelto a sentir en ningún lugar. Aunque quizá era por la compañía…

-He dejado lo mejor para el final.

-¿Lo mejor? O sea, que hay algo mejor que todo esto. –Dije abriendo los brazos.

-Sí, y te va a encantar. –Dijo sonriendo.

Corrimos hasta un cochecito y Michael arrancó. Nunca me lo imaginé conduciendo… Pero era realmente divertido.

Cuando llegamos y paró el coche comprendí por qué era lo mejor. No me moví del coche hasta que noté que Michael tiraba de mi brazo para que me bajara, como había hecho durante todo el día. Parecía un niño con zapatos nuevos, estaba encantado de que estuviera allí viendo todo su mundo y yo estaba encantada de verlo. No pensé que una persona pudiera tener un mundo tan grande en su propia casa. Todo lo que había visto era sensacional, pero aquello…

sábado, 20 de agosto de 2011

10. "Se lo conté todo."


Me paré a pensar y vi la cara de Michael en mi mente, por primera vez en dos años me fijaba en el rostro de la persona que se había encargado de mí durante todo el tiempo que había pasado después de la muerte de Mark. Y por primera vez en dos años dejé de pensar en mi novio muerto por unos segundos.
Centré mi atención en los labios y en los dientes de Michael, en su sonrisa en general que extrañamente me resultaba familiar, como si la hubiera visto en otro lado, hacía años. También creí haber visto sus ojos, pero de una manera diferente. No como los ojos apagados por el llanto que me observaban en sus largas visitas, sino como algo alegre y lleno de vida. Unos ojos que podían hacer que te sintieras en casa dondequiera que estuvieras.
Rápidamente me quité aquellas estúpidas ideas de la cabeza, estaba segura de que si hubiera visto a una estrella del pop me acordaría, aunque no me gustara su música. Ese era otro tema, hasta ese momento no me había importado lo más mínimo que Michael fuera tan famoso pero, ¿cómo podía estar tan tranquila cuando un ídolo de masas era prácticamente mi criado? Había visto lo que llegaba a hacer la gente por él y me parecía increíble. ¿Por qué tanto escándalo? Sólo era una persona normal y corriente, o eso me parecía a mí. Creo que al ser su confidente y al conocerle tan bien en sólo dos años, para mí él no era más que un chico que quería un poco más de libertad. Y lo realmente increíble era que pudiera saber tanto de él cuando que casi nunca hablábamos, y cuando lo hacíamos era porque él tenía problemas y necesitaba alguien para desahogarse. Por lo que me había contado, yo era lo más parecido a un amigo que tenía. Y yo ignoraba sus palabras, era tan egoísta que sólo pensaba en lo mal que lo estaba pasando yo, pero ¿y los demás? Michael me había contado que decían mentiras de él en todos los medios de comunicación. Mi desprecio hacia él por no haberme dejado morir nunca me hacía pensar que le odiaba y eso me llevaba a no hacerle caso. Pero ¿cómo podía odiar a la persona que lo habría dado todo por mí en los últimos años? Había dejado incluso de grabar su nuevo disco para poder darme todo su tiempo, porque creo que quería que estuviera bien. Tanto como lo hubiera querido Mark.
Entonces sonó el timbre y tuve que abrir. Ya aclararía todas las dudas en otro momento.
-Hola, Shei… - Michael parecía agotado.
-Hola, Mike. – Le saludé sonriendo.
Si, sonreí por primera vez en dos años. Pensé en Michael y en lo cansado que parecía y creí que una sonrisa quizá le ayudara a sentirse mejor. Me miró con los ojos como platos y una leve pero notable sonrisa se dibujó en sus labios.
-Pasa, anda. Parece que va a llover.- Le invité a entrar.
Cabizbaja entre en la casa seguida de Michael y nos sentamos en el salón, nuestro lugar de reunión. Cada uno en un sillón, nos miramos.
-¿Qué tal estás? – Me preguntó Michael.
-Me cuesta responder a eso. Hace dos años que casi no hablo y mucho menos que le cuento cómo me siento.
-Pequeña, creo que sería bueno que te abrieras un poco… Por el bien de los dos. No quieero forzarte ni mucho menos, pero no me gusta verte así…
Para esto yo ya había desviado mi atención a su rostro y cómo no, a su voz. Después de dos años de largas charlas por su parte me acababa de dar cuenta de que su voz era como una poesía.
Me abalancé hacia él y le abracé. Empecé a llorar en su hombro, por fin una manera digna de desahogarme.
-Michael, haz que pare, por favor. Haz que pare.- Supliqué sin dejar de llorar.
-Lo siento, princesa… - Entonces me apretó con más fuerza, como si se abasteciera de abrazos y ese fuera el primero en mucho tiempo, como si lo hubiera estado esperando durante años.
Hablamos, por primera vez mantuvimos una conversación abierta y yo le hablé más de lo que hubiera hecho jamás. Le conté todos mis sentimientos, no hacia él, obviamente. Aún no tenía ningún sentimiento más que la extraña sensación de que ya conocía todo aquello. Michael me escuchó. Inmóvil, incrédulo pero ante todo bello.