sábado, 30 de octubre de 2010

8. "Es mi desición."



Michael volvió a entrar, esta vez seguido de mis padres. Se veían distantes entre ellos como si no quisieran tener nada que ver uno con otro.
Mi madre se abalanzó a mis brazos como una histérica, y mi padre me besó la frente. No lloré porque no les echaba de menos, porque me daba igual que hubieran venido. En aquel momento solo importaba Mark, nada más. Michael observaba la escena desde una esquina de la habitación, con los ojos irritados por el llanto, y yo me preguntaba por qué mis padres no estaban alucinando al ver que una estrella del pop se había encargado de su hija. Pero tampoco le di muchas vueltas, supuse que eran cosas de padres...
No voy a explicar el momento porque creo que os lo imaginaréis: Mi madre preguntándome todo el rato cómo estaba, mi padre contándome cosas sobre la familia, Michael inmóvil en la misma esquina y yo... Yo me iba a morir de desesperación. Sólo quería estar sola y creo que Jackson notaba eso. Lo que más me llamó la atención fue que en varias ocasiones mi padre miró desafiante a Michael y este sólo pudo sostenerle la mirada. Eso me extrañó muchísimo pero tampoco le di importancia, mi mente estaba en otro sitio.
-Sheila, nos podemos ir cuando quieras... Yo te esperaré en la limusina.- Dijo Michael interrumpiendo a algo que decía mi padre.
-¿Qué? No, perdón pero mi hija no ira contigo. Nosotros la llevaremos a su casa.- Respondió mi padre alterado.
-¿Qué? ¿vas a estar esperando en la limusina hasta que baje?- Ignoré el comentario de papá.
-¿Es que no me has oído? Tú te vienes con nosotros.
-Papá creo que soy mayorcita para decidir con quién voy y con quién no. Y tú no pintas nada en esa desición. -Quería guardar la calma pero entre los acontecimientos de días anteriores y que mi padre siempre conseguía sacarme de mis casillas...
-Chicos, por favor... -Mi madre con su absurda sensiblería ya había empezado a llorar por la discusión.
Mi padre parecía indignado pero yo me levanté y salí por la puerta arrastrando a Michael por un brazo. En dirección me dieron mi ropa, me cambié y firmamos los papeles necesarios.
-Lo que has hecho no ha estado bien.- dijo Jackson mientras arrancaba la limusina.
-Me da igual... Quiero ir a casa.
-No puedes tratar así a tu padre sólo porque la niña caprichosa quiera irse a casa.- Michael parecía enojado.
¿Niña caprichosa? Quise decirle mil cosas pero me faltaban las fuerzas y opté por el silencio.
-¿No has visto cómo te miraba mi padre? ¿Ni cómo te ha hablado? Como si te conociera de toda la vida.
Michael no dijo nada, se limitó a mirar por la ventana. Le di mi dirección al conductor y él me llevó hasta mi casa. Cuando me bajé del coche entré en casa sin mirar siquiera la limusina, sin despedirme. No acaricié a Sidor, no le saludé después de tanto tiempo, ni me preocupé por quién se había encargado de él. Sólo entré y vi la nota que había en la mesa del comedor. Cuando la estaba abriendo sonó el teléfono...

lunes, 11 de octubre de 2010

7. "Incómoda sensación."


Otro sueño. Me desperté empapada en sudor y de un salto bajé de la cama. Había vuelto a soñar con Mark y no fue diferente a las demás veces. Cada noche revivía un poco más del accidente, y no me resultaba agradable ya que aún no sabía nada de “mi acompañante”. Esa tarde se suponía que tenía que tenía que venir Michael y decirme lo que había descubierto, pero se adelantó.
El día anterior tuve que volverle a explicar el modo en que me sentía y al oír por segunda vez la expresión “Una extraña en Moscú”, se despidió y se fue pálido como las paredes de la habitación. Creo que eso fue lo que hizo que prefiriera averiguar el estado de Mark por la mañana y no por la tarde. Cuanto antes mejor.
Miré el reloj, eran las 10:30 de la mañana. Eso quería decir que había dormido un montón puesto que me había acostado nada más irse Michael. Me imagino que la enfermera se dio cuenta de que no dormía bien y me suministró morfina.
-¿Sheila? – Vi como entraba Michael.- ¿Estás despierta?
Extrañamente me desveló su tono suave. Sabía que traía la información.
-Sí, más que eso. ¿Qué has averiguado?- Dije abriendo los ojos.
-Tranquila pequeña. ¿Has dormido bien?
“¿Pequeña?” Me sonaba. ¿Quién me llamaba así? Seguramente sería mi padre, él utilizaba apodos como pequeña o princesa.
-Más o menos. He vuelto a tener una pesadilla.- Parecía que en una semana se había acostumbrado a mis pesadillas como si las conociera de toda la vida.- ¿Y bien?
Estaba muy raro, como si no hubiera dormido en toda la noche. Miré sus manos me di cuenta de que tenía unas pequeñas manchas. ¿Vitíligo? No me lo había contado, pero no iba asacar el tema. Quizá le molestaba, además, eso desviaría la conversación.
-Sheila, como ya habrás imaginado no traigo buenas noticias…
No, no me lo había imaginado. Veía más posible que estuviera mal por asuntos familiares que trajera malas noticias. El aire estaba tenso, frío e incluso cortante, y mi cara era un interrogante.
-He hecho lo que me has pedido, he preguntado por él y bueno… -Parecía no saber cómo decirlo, buscaba las palabras en las paredes, como si allí esperara encontrar realmente una respuesta. – Me han dicho que después de pasar cinco días en coma ha muerto. Ayer por la noche.
Empezó a llorar, más por tener que contármelo él que por el hecho en sí. Yo estaba paralizada y en milésimas de segundo pensé que mientras hablaba tranquilamente con Michael, mi novio moría. El corazón que había hecho de mí la persona en la que me convertí, dejaba de latir. Y el ser que más quería en el mundo, el que me dio la verdadera vida dejaba esta vida.
Entonces yo también lloré. Lloré con mi alma, como no lo había hecho nunca. Lloré por cada segundo. Pero lloraba gritando, con rabia. ¿Por qué no me habían dicho nada? Los odié por eso, y los odiaría toda mi vida.
Michael intentó darme la mano pero yo la aparté bruscamente y me levanté, dispuesta a salir de allí y plantarme delante de quien fuera para pedir una explicación. Un por qué lleno de lágrimas.
Ya en la puerta, con la mano en el pomo, Michael me detuvo.
-¿Qué haces? Déjame en paz. –Le dije intentando zafarme de él.
-Sheila, tranquilízate ¿quieres?
-¿Que me tranquilice? – Contesté gritando.- ¡Tú no has perdido a la persona que amas! Déjame salir.
-¿Y qué pretendes hacer cuando salgas?
Parecía dolido, quizá por mi comentario pero tenía razón. No lo sabía. Guardé silencio y dejé que me llevara a la cama.
-Sheila, me han dicho que estás bien y que puedes irte. Yo puedo llevarte a tu casa si quieres.- Me ofreció secándose las lágrimas.
-Si…- Respondí en shock. No pensaba lo que decía, ni siquiera le había escuchado.
Tocaron la puerta y Michael fue a abrir dedicándome una mirada tranquilizadora.




NOTA: Siento mucho la tardanza, pero mucho eh! Gracias a los que comentáis y a los que no lo hagan y lean la novela que comenten, por favor. Porque me gusta que comentéis y también quiero saber si os gusta o no y si hay algo que os disguste, etc. Bueno, lo típico. Que gracias por seguir y que no se me da muy bien dejar intriga u_u' Pero, ¿habrá algo que se me de bien? xD Besos, Sheila.

domingo, 3 de octubre de 2010

6. ¡¿MICHAEL JACKSON?!


Los días siguientes fueron normales. Todo lo normales que pueden ser cuando tu novio y tú habéis tenido un accidente y no sabes nada de él. Aquel chico no volvió ha aparecer, y mientras yo preguntaba a cada enfermera que entraba en mi habitación que cómo estaba Mark. Nadie respondía. Empecé a pensar que quizá era un sueño, que no era real. o que todos estaba contra mí, que tenían algo que ocultarme y que el chico del otro día era uno de ellos.
Ya podía caminar y valerme por mí misma pero no me dejaban salir de la habitación. Lo tenía prohibido y mi puerta siempre estaba cerrada.
Me levanté para entrar en el baño de la estancia y tomar una ducha. Tenía que quitarme todas aquellas ideas estúpidas de la cabeza. Me duché tranquilamente y con agua caliente, necesitaba relajarme. Cuando terminé salí y me acerqué a la ventana aunque, como ya había averiguado, el chico tenía razón: No había más que camiones por todos lados. Pero era agradable sentir el viento bailando entre mi pelo húmedo.
Estaba mal. La impotencia me mataba, el no saber nada de Mark y no poder salir de allí era abrumador. En mi mente llovía, como aquella tarde. Y quería hablarle de todo aquello a alguien, desahogarme y contarle el dolor tan intenso que se apoderaba de mí. En los últimos días había llorado mucho y me escocían los ojos.
En ese momento salí de mis pensamientos: alguien intentaba abrir la puerta.
-¿Quién es?- Pregunté estrañada de que no supieran que había que coger la llave.
-Soy yo.
¿Yo? Creí reconocer la voz, era la misma del otro día.
-Tienes que pedir la llave para entrar, me tienen encerrada.- Dije mirando hacia la puerta.
No se oyó nada más hasta que aquel chico abrió la puerta con la llave y entró.
-¿Por qué te tienen encerrada?
-Creen que puedo escapar a buscar a Mark.
-¿Tu novio?
-Si. Aún no sé nada de él, nadie me dice dónde ni cómo está.-Dije apenada.
-¿Podría hacer algo yo?
"¡Bingo!"
-¡Sí! Eso te quería pedir el otro día. Tienes que ayudarme, he pensado que como eres conocido aquí y eso pues podrías averiguar algo sobre él.
-Claro que sí, eso es fácil. Pero debes esperar a mañana. La recepcionista que está de tarde me odia, no como la de mañana. Ella me adora y seguro que me dará la información que yo desee.
Me pareció bien, supuse que podría esperar a mañana.
-¡Oye! Necesito saber cómo te llamas.-Dije recordándo que no le había preguntado su nombre.
-Bueno, yo soy Michael Jackson.-respondió con dificultad- ¿No lo sabías?- Se extrañó. Pero su extraño era mas bien de decepción.
-¿¡Michael Jackson!?
Estab aalucinada. ¿Cómo no había caído antes? Por eso siempre estaba en aquel hospital para ver a los niños y donar dinero. Mark me había dicho que hacía muchas obras de caridad y que le encantaba ayudar a los demás. Yo no entendía cómo podía saber aquello si no le conocía, pero unos días antes me había dado cuenta cuando se ofrecíó a visitarme.
-¡Dios! Cuando Mark te vea se va a poner loco de contento.-Dije con una inmensa sonrisa. La primera en muchos días.
Ya no me parecía tan bien tener que esperar a mañana, quería ver la cara de Mark cuando viera al señor Jackson.
-¿Por qué lo dices?- Esta vez su extraño era más falso. Creo que sabía perfectamente por qué.
-Él es fan tuyo desde que era niño. Siempre te ha seguido, y ha comprado unas entradas para tu concierto en Los Ángeles.
-Veo que tú no eres tan fan como él.-Dijo sonriente.
-Pues no.- Reí. - La verdad es que la música no me va mucho y que no sé nada de ti. Ni te he reconocido, cualquier otro hubiera sabido quien eras desde el primer momento. Yo he necesitado que me lo dijeras.
-Que extraño. ¿Tú no ves la televisión? Estoy en todos los medios.
En ese momento me pareció un poco egocéntrico. Pero lo pasé por alto, no podía juzgarle sin conocerle...
- Ni he tocado los sudokus que me trajistes- Cambié de tema mirando la mesita de noche.
-¿Cómo es tu nombre?- Preguntó suave y comprensivo.
-Sheila.
-Sheila, ¿qué te pasa? ¿Por qué has estado llorando?
¿Cómo lo había sabido? Mis ojos, ellos me delataban. Le miré inocente, no sabía si contárselo.
-Me siento continuamente como una estraña en Moscú.- Dije con una voz leve.
Michael se quedó de piedra. Temí que no lo hubiera entendido, pero su espresión mostraba un asombro enorme. Aún así se lo expliqué.
-Un estraña en Moscú es una espresión que utilizaba un amigo mío de pequeña. Fue mi mejor amigo mucho tiempo pero nos obligaron a separarnos. Mi madre decía que no debía de estar con él, que me haría mal. Pero yo no lo entendía, era un chico magnífico. Me atrevería a decir que fue mi primer amor.- Dije sincera.-Él tenía 10 años y yo 5.
Aquel hombre ni se movía.
-Señor Jackson, ¿está usted bien? ¿Lo ha entendido?-Pregunté asustada.
-Sí, tranquila. ¿Y dices que te llamas Sheila?-Dijo pálido.